El descontento social está en las calles. Las protestas comunicadas a Delegación del Gobierno se han doblado en un año y decenas de miles de personas han alzado su voz pacíficamente, ejerciendo el legítimo derecho a manifestación o huelga. Pero al calor de esa crispación también se han multiplicado las acciones de un grupo muy concreto que traspasa la frontera de la legalidad, convencido de que el fin justifica sus medios y de que la violencia es el único mecanismo del cambio. Y su actividad es creciente en la Comunitat Valenciana, como constatan fuentes cercanas a la Policía y los recientes daños que han causado en las últimas protestas.
Son los radicales. Los que agreden, insultan, amenazan, rompen y dañan. Los que queman contenedores. Los que realizan reiteradas pintadas que cuestan a los comerciantes miles de euros de limpiar o destrozan cajeros de bancos. Los que lanzan objetos contra la policía en una protesta para provocar la respuesta de los agentes y luego presentarse ante la sociedad como víctimas en Twitter, Youtube o Facebook.
Los servicios de inteligencia policial trabajan día a día para poner rostro a los responsables de estas acciones y, según ha podido saber LAS PROVINCIAS, ya controlan a centenares de radicales en la Comunitat. Se trata de sujetos que han sido detenidos o bien han participado en varios actos ilegales y se mueven en círculos en los que animan a ellos o los ensalzan.
Vínculación política
¿De dónde proceden? Entre los radicales que actualmente operan en tierras valencianas se ha detectado a jóvenes vinculados con la política de extrema izquierda, células de ámbito universitario, procatalanistas independentistas, un reducto del 15M o sectores provenientes del mundo okupa y antistema. En la actualidad, la policía contabiliza una veintena de refugios del colectivo en Valencia.
En los seguimientos policiales de aquellos que actúan al margen de la ley también aparecen algunos miembros radicalizados de sindicatos laborales y hasta se ha detectado a antiguos militantes de Terra Lliure y el FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota). Expertos en la lucha antiterrorista confirman la orquestación de algunas acciones ilegales desde sectores políticos o plataformas próximas con estrechos vínculos y citan, como ejemplo, la denominada primavera valenciana.
La presencia de personas desfavorecidas por la crisis en las acciones violentas es casi nula. Según las fuentes consultadas, el parado o desahuciado ni es antisistema ni suele delinquir, pero sí se ha detectado una voluntad de absorción de estos sectores por parte de radicales para convertirlos en bandera, aumentar su sistema de propaganda e intentar llevarlos al terreno violento.
El perfil actual del radical en Valencia es un joven de entre 16 y 30 años con intereses políticos, vínculos universitarios y voluntad de lograr caché entre sus iguales, convencido hasta la médula de que el fin justifica los medios a la hora de traspasar la frontera de lo legal.
Aunque la policía también vigila estrechamente los movimientos de la extrema derecha, los análisis de Interior muestran que las acciones violentas en Valencia han llegado en los últimos meses con mucha más frecuencia por parte de la izquierda radical.
Se producen casi a diario. Además de la quema de contenedores, pintadas o daños a locales en huelgas y protestas estudiantiles, se ha detectado otra práctica ilegal. Con cierta frecuencia se están registrando asaltos reivendicativos a metros y autobuses por parte de grupos que, bajo el lema «yo no pago», hacen cortos trayectos en los que no abonan su coste. Y los robos reivindicativos en supermercados llegaron a Valencia antes incluso del caso del alcalde Gordillo en Marinelda.
Acción en internet
La lucha de los radicales no solo está en la calle. Según las mismas fuentes, en las redes están alentando continuamente cometer acciones violentas contra bancos o instituciones públicas. Son muchas las amenazas que estudian cada día los especialistas policiales y algunas de ellas «muy serias y destructivas».
Según ha podido comprobar este diario, se ha descubierto la publicación de fotos de policías de Valencia, tanto hombres como mujeres, acompañados de insultos como «esa putita», en referencia a una policía. Y es sólo un ejemplo. Estos agentes fotografiados reciben amenazas contra su integridad en internet e incluso hay quien va más allá y publica sus datos personales.
Según fuentes de la Jefatura Superior de Valencia, «es un error pensar que los policías servimos a intereses políticos. Somos profesionales y perseguimos a los violentos de izquierdas y de derechas. A todo aquel que cometa un delito». Según añaden desde esta entidad, «antes de que la policía intervenga por la fuerza se producen numerosos intentos por vía de dialogo que son desobedecidos. Pero esa parte nunca la muestran».
Una de las claves es la criba: distinguir a los violentos que se inmiscuyen en manifestaciones pacíficas e intentan arrastrarlas a su terreno. Los especialistas aconsejan «no participar en protestas que no hayan sido comunicadas a Delegación del Gobierno» y que los manifestantes pacíficos aíslen a los radicales y denuncien cuanto antes su acción violenta para poderlo neutralizar con precisión y a tiempo.
El psicólogo y criminalista valenciano Vicente Garrido advierte «ira y frustración» entre aquellos que dan el salto a la violencia. «Cuando escasea el dinero hay más gente dispuesta a hacer cosas que antes no haría e incluso personas bien integradas que se tornan violentas. Si la situación de crisis se enquista, la violencia podría ir a más».
Fuente: Las Provincias, 26/11/2012
Cuando desde Círculo Cívico denunciamos la radicalidad del entramado asociativo catalanista, no lo hacemos de forma gratuita. Los resultados de las elecciones de representantes estudiantiles al claustro de la Universitat de Valencia, o la ideología separatista de determinados líderes de entidades perceptoras de fondos públicos recibidos bajo el subterfugio de la promoción cultural, son indicadores de la gravedad y el desagradable entorno socio-político que se nos está preparando en la Comunitat Valenciana.
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