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martes, 6 de noviembre de 2012

La capacidad de presión de la sociedad civil sobre la política


"Las instituciones democráticas no garantizan la existencia de individuos democráticos... los individuos que son democráticos en pensamiento y en acción son la única garantía última de la existencia y pervivencia de las instituciones democráticas" (J. Dewey).

En las antiguas sociedades había unas personas que ejercían diferentes cotas de poder sobre otras, hoy observamos que muchas cosas no han cambiado, esas cotas de poder están repartidas entre conglomerados empresariales e instituciones burocráticas, a pesar de que éstas se legitiman a través de la ciudadanía, tanto la composición política a través del voto como el éxito o fracaso empresarial en función de las demandas.

¿Qué entendemos por un movimiento cívico?

Un movimiento cívico ha de ser una fuerza de presión en el conjunto de fuerzas que conforman una sociedad, es decir, tenemos por un lado el lobby financiero - empresarial y por otro lado la burocracia de las instituciones y los partidos: ambas harán lo imposible por perpetuarse a toda costa. A priori, son los actores de una sociedad que poseen más información y poder que el resto, y además suelen actuar en una especie de oligopolio, ya que la connivencia de intereses es bastante evidente. Es aquí dónde han de aparecer en escena los movimientos sociales como una respuesta ciudadana ante el intento de control de las otras fuerzas, es un elemento necesario para la salud democrática, puesto que entra en el juego de frenos y contrapesos que ha de haber en toda sociedad que se presuma desarrollada. 

Es más: estos movimientos no han de tener como vocación última alcanzar el poder, sino hacer ver que los demás actores no pueden actuar a espaldas de su ciudadanía y preguntarles cada 4 años si quieren lo mismo o algo parecido (en los sistemas políticos del mundo desarrollado el bipartidismo ha degenerado en dos caras de una misma moneda que no deja muchas alternativas al votante).

Somos testigos de movimientos asistidos por la ciudadanía que incomodan diariamente a la clase dirigente, una clase que parece omitir o directamiente negar el concepto de tolerancia (dícese de la diversidad de opinión política, étnica, cultural y religiosa; material necesario para la construcción del edificio social). 

Es por razones como éstas por las que hay que tener claro que hay otras vías de participación política en una sociedad y en la que todos somos o debemos ser partícipes de algún modo, es en cierto modo la mejor manera de demostrar a un gobernante la responsabilidad que tiene su cargo y el tipo de sociedad  que gobierna.

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